Desde
que nació Podemos y se vislumbró que se ponían seriamente en
cuestión las políticas que provocaron la crisis y que han
convertido a España en el país donde más crece la desigualdad, los
ataques a quienes defendemos alternativas económicas han arreciado.
El
común denominador de todos ellos es que una eventual victoria
electoral de Podemos y sus aliados llevaría consigo todo tipo de
males porque sus propuestas económicas son peligrosas y
descabelladas.
Como
es lógico, los economistas tienen un lugar privilegiado en esa
batalla y los medios conceden un lugar destacado a los que están
dispuestos o lanzar dardos contra las políticas “del cambio”.
Uno
de los economistas que se presta con más ahínco a esa cruzada es
José Carlos Díez.
Hace
unos
días ha vuelto de nuevo a la carga en el diario El
País
con un artículo titulado Ley
de Gresham en el que critica la propuesta de Barcelona en Común
y Compromís dirigida a crear una moneda local.
En
la línea de vincular cualquier tipo de propuesta alternativa con el
caos, en su artículo afirma que la creación de esas monedas
“tendría un impacto muy negativo en el exterior y nos afectaría a
todos los españoles” y que “por el bien de los barceloneses,
valencianos y españoles esperemos que estas monedas no entren en
vigor”.
Los
argumentos (si es que se pueden llamar así) que utiliza Díez para
asustar con esa propuesta son tan malos y equivocados que creo que
solo caben dos posibilidades: o escribe sin saber lo que dice o
conscientemente manipula hechos y saberes para sembrar animadversión
hacia la gente que defiende o vota lo que a él no le gusta.
Por
un lado, Díez comete graves errores en relación con la naturaleza y
puesta en marcha de estas monedas. Por ejemplo:
–
Introduce en el mismo
saco conceptos monetarios diferentes y que, por tanto, tienen
experiencias y efectos muy distintos. No matiza las grandes
diferencias que existen entre las monedas sociales respaldadas en
moneda legal y las que se basan en el crédito mutuo. Confunde
incluso la naturaleza material de la moneda de la que habla al
calificarla como metálica. Y tampoco tiene en cuenta las diferencias
que hay entre el dinero metálico (hoy prácticamente inexistente),
el dinero convencional actual (bancario o financiero sin respaldo
alguno), el dinero respaldado por bienes o el basado en sistemas que
pueden ser muy diferentes como por ejemplo las criptomonedas. Sin
saber exactamente de qué tipo sería la moneda barcelonesa, no se
pueden sacar las conclusiones que saca Díez.
–
Pasa por alto que hoy día
funcionan en el mundo más de 4.000 experiencias de monedas o sistema
monetarios alternativos al del dinero convencional en 30 o 40 países.
Tampoco menciona Díez que hay experiencias (muy exitosas) de monedas
locales, como las que podrían poner en marcha Barcelona en Común o
Compromís, en ciudades como Bristol, Nantes, Toulouse, Nápoles e
incluso la muy exitosa promovida por el Banco Palmas en Fortaleza
(Brasil). Y al achacar la propuesta y sus males a las políticas que
promueven el cambio muestra también un enorme desconocimiento, o
mala fe, puesto que confunde a la gente al mezclar las monedas
sociales con las monedas paralelas (Tax Anticipated Notes) que están
siendo recomendadas a Grecia para que las utilice como hizo Arnold
Schwarzenegger en 2010 en California, cuando era Gobernador del
Partido Republicano).
–
José Carlos Díez se
refiere a la propuesta de Barcelona en Común y Compromís como si
fuera una ocurrencia más de Podemos y así oculta o desconoce que
este tipo de propuestas tienen su origen en la teoría del dinero
libre de Silvio Gesell, un economista alemán a quien John Maynard
Keynes dedicó tres páginas en su obra cumbre “Teoría General de
la Ocupación, el interés y el dinero” y en la que dejó escrito
que “el porvenir aprenderá más de Gesell que de Marx”,
mencionando también su idea del dinero sellado (conocido también
como oxidación del dinero), y que recibió la aprobación nada menos
que del profesor Irvin Fisher”, uno de los más grandes economistas
norteamericanos..
–
En esa línea, Díez
también parece desconocer, u ocultarle a sus lectores, que las
propuestas de creación y puesta en marcha de nuevos tipos de
sistemas monetarios y, en concreto, de emisión de monedas
alternativas, tiene tras de sí docenas de obras teóricas escritas
por académicos reconocidos en todo el mundo y que trabajan en muchas
de las universidades y centros de investigación más importantes del
planeta.
–
También falsea Díez la
realidad cuando afirma que estas propuestas son “experimentos
monetarios que siempre han acabado en desastre”. Si de verdad fuese
así, si esa afirmación tan tajante de Díez fuese cierta: ¿habría
reconocido la Asamblea francesa la posibilidad de crear “monedas
locales complementarias” en su reciente Ley de Economía Social y
Solidaria (en su artículo 16 que puede leerse aquí:
http://bit.ly/1Jt7kww)? Lamento
decirlo así pero esa opinión de Díez es una falsedad impropia de
una persona seria y rigurosa.
En
el plano de la teoría económica que tiene que ver con la
circulación de monedas complementarias, locales, sociales, etc. el
artículo de José Carlos Díez también contiene o se basa en
errores de bulto. Los más importantes son los siguientes:
–
Las monedas alternativas
(sea del tipo concreto que sean) como la que se propone emitir
Barcelona en Común no se emiten con el propósito de monetizar el
déficit. Y, en la mayoría de los casos, ni siquiera podrían
monetizarlo al tener pleno respaldo en bienes o al basarse en crédito
mutuo.
–
Cuando se habla de este
tipo de “monedas” (complementarias, locales, sociales…) no se
hace referencia a las piezas metálicas y a los billetes (por
extensión). Por tanto, su creación no implica una doble circulación
metálica, como dice Díez.
–
Lo interesante de estas
monedas y lo que Díez no ha entendido en absoluto es que no es
verdad que “compitan” con el euro, en nuestro caso (y que
entonces nunca serían preferidas a este, en su opinión) sino que lo
“complementan”. Es decir, que llegan a donde no llega el euro.
–
Por las razones
anteriores, a la circulación de este tipo de “monedas” no le es
de aplicación la ley de Gresham. Es más, lo que indica la
experiencia es que, precisamente porque llegan a donde no llega el
euro (es decir al bolsillo donde no hay euros o donde hay euros
insuficientes) lo que ocurre es que son especialmente bien deseadas,
hasta el punto de que los comerciantes incluso hacen descuentos si se
paga con ellas (justo porque gracias a ellas pueden tener un ingreso
adicional que de otro modo no tendrían).
–
Para colmo, Díez se
equivoca cuando dice que según la Ley de Gresham “la moneda buena
es preferida a la mala”. Es justo lo contrario. Lo que Sir Thomas
Gresham dijo en el siglo XVI es que la moneda de menor valor
intrínseco tiende a desplazar a la de mayor mayor. Es al revés de
lo que dice Díez: según Gresham, es la moneda mala la que desplaza
a la buena.
–
Díez cae en un error muy
propio de los economistas que desconocen la naturaleza real del
dinero y dice que la circulación de mayor cantidad de moneda crea
inflación per se. La
creación de dinero no siempre crea inflación. En Estados Unidos, se
creó en 2008 más dinero (817.904. millones de dólares) que el que
se creó en los sesenta y tres años anteriores (desde 1945 a 2008,
821.585 millones de dólares) y de enero de 2008 a septiembre de 2014
se creó 3,91 veces más que desde 1945 a 2008. Si fuese cierta la
tesis de Díez debería haberse provocado una inflación gigantesca.
No
fue así porque para que un incremento de los medios de pago cree
inflación a) deben llegar a la economía; b) deben gastarse en
bienes y servicios y c) debe haber oferta insuficiente e
imposibilidad de aumentarla.
La
idea de las monedas complementarias es, precisamente, contribuir a
que pueda realizarse oferta real y potencial que ahora no se realiza.
Por tanto, no solo no crean inflación sino que, por el contrario,
contribuyen a eliminar el paro y dinamizar los recursos
infrautilizados.
También
parece mentira que Díez desconozca que es materialmente imposible
que medios de pago plenamente respaldados generan inflación. Sobre
todo, cuando se trata, como en la mayoría de las llamadas monedas
sociales, de sistemas basados en el crédito mutuo en donde los
saldos negativos se compensan con los positivos.
Y
más sorprendente aún es que Díez no se percate de que lo que
realmente crea inflación es el dinero que los bancos crean ex
nihilo, es decir, de la nada, como decía el Premio Nobel de Economía
Maurice Allais, y los intereses que lleva consigo.
–
Por último, José Carlos
Díez parece no estar al tanto, u oculta que lo está, de propuestas
más recientes de creación de monedas complementarias que se están
haciendo en ámbitos tan poco sospechosos como el Banco Central
Europeo o el Instituto Veblen y que son defendidas por economistas de
todas las tendencias ideológicas. Incluso el ministro de Finanzas
alemán, Wolfgang Schaeuble, ha reconocido que se plantea la creación
de una moneda complementaria en Grecia. Es verdad que la casuística
(como ya he dicho más arriba) es variada y que se trata de
propuestas que comportan problemas importantes que hay que resolver
(¿cuál no?) pero basta saber de ellas para deducir que propuestas
como las de Barcelona en Común o Compromís no son, como dice Díez,
una locura de extremistas peligrosos.
En
definitiva, bien sea por error, por desconocimiento o por cualquier
otra razón que no me atrevo a aventurar, lo cierto es que José
Carlos Díez vuelve a confundir a sus lectores. Una cosa es que cada
uno tengamos ideas diferentes y las expongamos para tratar de influir
en la sociedad y otra lanzar cruzadas sin miramientos, como hace
desde hace tiempo este economista, contra todos los que no piensan
como él. Y, sobre todo, hacerlo con soberbia y descalificación a
diestro y siniestro.
No
hace falta que diga a los lectores de este artículo que las
televisiones y demás medios que convocan a menudo a José Carlos
Díez para que exponga ideas como las que he criticado no me van a
llamar a mí para que pueda rebatírselas en directo y cara a cara.
Por tanto, solicito que divulguen al máximo este artículo y todos
los que le lleguen criticando las propuestas neoliberales.